“Durante este periodo la orden marcó sus tres líneas de penetración básica sobre el territorio novohispano: hacia el sur, el norte y el poniente. Con un reducido número de religiosos se hicieron en esta época trece fundaciones, la mayoría de ellas en las zonas más inhóspitas del Arzobispado de México y del Obispado de Tlaxcala -Puebla. La penetración hacia el sur. con sus extremos en Tlapa y Chilapa, y hacia el norte, con la árida región de los otomíes y la abrupta Sierra Alta —entrada de la Huasteca—, fue cimentada en ese tiempo por religiosos que los cronistas nos describen realizando hazañas casi míticas, propias de una Edad Dorada. La escasez de frailes en los primeros años propició la existencia de misioneros itinerantes que recorrían solos grandes distancias en zonas inhóspitas y cuya labor consistía en congregar a los indígenas en pueblos y administrarles el bautismo. En esta época se fundaron pocos conventos y cada uno estaba encargado de extensas zonas que eran administradas por uno o dos religiosos.
Las fundaciones realizadas en esta etapa presentan las siguientes características, las cuales podemos hacer extensivas a todos los conventos creados hasta 1550. Para los efectos de gobierno interno de la orden, toda fundación donde se ponía comunidad tenía el carácter de priorato, y a causa de la escasez de personal y de la poca complejidad de la organización de los capítulos, no existían aún las vicarías. En estos primeros años las relaciones con los virreyes y obispos, sobre todo con estos últimos, son excelentes y las fundaciones se realizan contando con su apoyo y ayuda.
Los encomenderos tenían una participación directa en las fundaciones en este periodo. Varias reales cédulas les imponían la obligación de pagar un doctrinero que diese instrucción religiosa a los indios que tenían encomendados, lo cual justificaba el trabajo y el tributo que éstos les daban. En los pueblos que pertenecían a la Corona, la fundación de la doctrina era un deber de los gobernadores y oficiales reales. El encomendero o la Corona, según el caso, se obligaban a construir casa e iglesia, a dar ornamentos para ésta y a sustentar al doctrinero.” [citado de Antonio Rubial, ver la bibliografía]
(En primer plano arquería del portal del convento de Totolapan, muy modificada durante los siglos; hoy es un convento franciscano. En segundo plano el almenado del segundo nivel del claustro, que aún conserva sus formas originales. La iglesia y el convento de esta segunda construcción agustina, es tan pequeña y baja que se asemeja mucho a la de Ocuituco y como ésta las modificaciones que ha sufrido son tantas que es difícil reconocer en él el estilo plateresco)
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