Así, la columna en todas sus aplicaciones decorativas se la deforma al convertirla en balaustre, con un complicado perfil de candelero. Y en las constructivas –es decir, cuando la columna sirve para sostener la edificación y no para decorar la fachada-- se las dota de un nudo central ornamentado. El pilar también pierde su severidad antigua al llenarse de grutescos y concebirse como un elemento decorativo. Los capiteles (parte superior de las columnas) se complican y enmarañan. Pocas veces se emplean en su pureza los órdenes clásicos (dórico, jónico o corintio). Generalmente se introducen en ellos máscaras, carátulas de niños, tritones, cuerpos humanos desnudos, formándose fragantes y caprichosas composiciones. La escuela de Gil de Hontañón encuentra en la decoración de las cestas de los capiteles el principal campo para sus desmesuradas fantasías. Las capiteles de las columnas del claustro de Epazoyucan tienen claramente este tipo de remates platerescos.
(Detalle de la arquería del convento de Epazoyucan. Sobre la columna se instaló una decoración floral que se resuelve en una pequeña rama que gira sobre sí misma para formar una independiente voluta)
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