El convento, núcleo de la organización monástica, era la base donde se verificaban cotidianamente los actos y las relaciones que daban existencia a una congregación, la cual, por su medio, se ponía en contacto con el resto de la sociedad. Una clasificación, por tanto, deberá tener en cuenta estos dos factores de función interna y externa de la unidad conventual que, por otro lado, se influían mutuamente.
A causa de la importancia de la labor misional y de la existencia en la sociedad de dos “repúblicas” bien diferenciadas, podemos hablar, en principio, de dos tipos de conventos: aquéllos situados en pueblos de indios y los erigidos en villas de españoles.
Esta clasificación está hecha con base en la relación comunidad-religiosa-sociedad relación que influía, como es lógico, en la estructuración interna del convento. En primer lugar, tenemos que señalar que, si bien la función externa del convento influía en su estructura, no siempre la determinaba. Es cierto que una casa rural —como llamaremos a las localizadas en pueblos de indios—, tenía, por lo general, un reducido número de frailes —nunca más de cinco —, y que este hecho modelaba la vida y funcionamiento de la pequeña comunidad, también lo es que los conventos urbanos — situados en las ciudades españolas—, eran casi siempre entidades con muchos religiosos — desde la decena al ciento—, y ello los hacia tener una compleja organización. Esta regla, sin embargo, tenía una multitud de excepciones. Muchas veces, las casas en pueblos de indios con medios suficientes para sustentar una gran comunidad y con un amplio edificio para alojarla, eran destinadas a noviciado y/o estudio durante un cierto tiempo. En el noviciado se incluían todas aquellas personas que pretendían tomar el hábito de la orden; en los estudios —que la pedagogía medieval dividía en gramática, artes y teología— se preparaban para el sacerdocio los religiosos ya profesos, que estudiaban, además, lenguas indígenas. Todos los conventos agustinos platerescos que se conservan son los de tipo rural; los ubicados en las ciudades fueron remodelados o derruidos para construir nuevos y barrocos conjunto cenoventuales. El caso más impresionante es el convento cabecera provincial en la ciudad de México; su construcción fue carísima y se invirtió muchos años en terminarla; al final de su construcción (no funcionó terminado muchas décadas) se quemó y se construyó el actual.
(Arquería de claustro del convento de Totolapan. En el primer arco superior [contando desde la izquierda] se pueden ver las cabezas de dos novicios --franciscanos-- rezando el oficio divino de la tarde, mientras deambulan a lo largo del pasillo)
Comentarios
Le agrego algunos datos que le ayudarán a resolver el enigma. Primero, la inmensa mayoría de estos conventos (agustinos, franciscanos o dominicos; más de un centenar. Sí, dije bien, más de un centenar) están vacíos y nadie los habita. Segundo, la salida (con frecuencia expulsión) inició en el siglo XVIII por orden de Carlos IV. Tercero, sólo de dos conventos agustinos estoy enterado que en la actualidad son habitados por frailes de dicha orden (Metztitlán y Malinalco) y no usan en exclusiva dichos conventos, sino una pequeña zona de éstos; recuerde ud (supongo que es ud mexicana) que por ley de Benito Juárez, y por lo tanto desde el siglo XIX, los edificios religiosos son propiedad de la nación). Cuarto, desde un primer momento (primera mitad del siglo XVI) las órdenes religiosas intercambiaban casas entre ellas mismas, y eso pasa hasta nuestros días; antes, la motivación era estratégica, hoy lo es por falta de vocaciones. Quinto, le cuento otro caso que llega hasta nuestros días, en calidad de ejemplo: la doctrina cristiana la fundaron los franciscanos en Coyoacán, luego la pasaron a los dominicos (bajo quienes estuvo la mayor parte de los siglos que han transcurrido desde entonces) y en la actualidad es parroquia franciscana. Sexto, las provincias que fundaron estas órdenes, casi todas desaparecieron entre el siglo XIX y XX (dos agustinas, tres dominicas y cinco franciscanas); desde la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días, las tres órdenes han hecho grandes esfuerzos, no por recuperar conventos, sino en refundar algunas de las provincias perdidas, aunque estas nuevas fundaciones tengan, tres o cuatro o cinco casas y en siglos pasados hayan tenido decenas y decenas de conventos.
Le envío cordiales saludos.