Como característica, la más destacada de nuestro plateresco, hay que consignar la permanencia de la estructura gótica en la mayor parte de los monumentos, singularmente en los templos. El elemento invariable en nuestros edificios religiosos platerescos es la bóveda gótica de crucería. Estas bóvedas adquieren formas muy diversas. Generalmente se continúa en ellas la normal evolución de la crucería flamígera hacia dibujos más y más complicados. El tema de estrella se presta a tales fantasías en la lineación de las nervaturas, que pocas veces encontramos repetido el mismo modelo. Esta riqueza de flexiones en los nervios que conforma estas bóvedas estrelladas les obliga, como es natural, a perder su carácter estructural y a ser tratados como elementos decorativos. Y así, el costillaje de estos resaltos se organiza en caprichosas curvas y contracurvas, olvidando lo funcional por lo ornamental.
(Bóveda del sotocoro de la iglesia de Yecapixtla, con su hermosa nervadura gótica flamígera, una de las muy escasas en América)
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